Las personas que toman en su desayuno al menos el 25% de sus necesidades alimentarias del día, son mucho menos propensas a la obesidad y la diabetes que las que frecuentemente no desayunan o las que lo hacen insuficientemente. Esta es la importante conclusión de un reciente estudio presentado en la 43 Conferencia Anual de Epidemiología y Prevención de Enfermedades Cardiovasculares (USA) Según los científicos de la Escuela Médica de Harvard que han intervenido en él, los índices de obesidad y síndrome de resistencia a la insulina son entre un 35% y un 50% más bajos entre las personas que desayunan correctamente cada día frente a las que se lo saltan con frecuencia. El porcentaje varía entre esos dos límites dependiendo de otros hábitos de cada individuo, como seguir una dieta equilibrada o hacer ejercicio físico.
El desayuno puede ser la comida más importante del día, pues tiene efectos beneficiosos sobre el apetito, la resistencia a la insulina y el metabolismo de la energía. Tras el ayuno nocturno, el desayuno ayuda a mantener estables los niveles de glucosa en la sangre, permitiendo a la insulina metabolizar el azúcar que en caso contrario alcanzaría niveles elevados en la sangre. Si no se come adecuadamente por la mañana, el riesgo de aumentar la ingesta de alimentos se extiende no sólo hasta el almuerzo, sino también hasta la cena. Ello provoca elevados niveles de glucosa en un corto espacio de tiempo y consecuentemente una incapacidad de la insulina para asimilarla (lo ideal para la insulina son niveles moderados y constantes de glucosa en la sangre).
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